El olor de la piel: fragancias de almizcle. A veces naturales (importadas del Tíbet, donde aún es asequible), pero sobre todo sintéticas, emitidas de la forma más agradable por los cuerpos de los seres queridos: El ombligo, el dorso de las rodillas, las palmas de las manos. ¿Cómo se crea hoy una fragancia almizclada que sea contemporánea y discreta? Mezclándolo con una pizca de iris, mate y ligeramente fresco, de larga duración, con un fuerte resplandor. Así es como solían hacerlo los perfumistas de guante, empapando en él sus creaciones de cuero. Añada una pizca de bergamota y mandarina italiana, un puñado de granos de pimienta rosa. Y aldehídos. Todo se entrelaza, dándose vida mutuamente. Un contraste inusual con lo que sigue, pero redondo y suave.

Cada eau de parfum sublima sustancias maravillosas de la naturaleza. De carácter ni femenino ni masculino, no pueden encasillarse en ningún género, permitiendo que cada portador las haga suyas. Cada una de ellas debe su peculiaridad a la imaginación de un ingrediente insólito que añade un efecto sorpresa a su composición, haciéndola única. Aplicar generosamente.