Como todas las noches, la señora se prepara en su despacho. No tiene tiempo de volver a casa. Se refresca, se maquilla: barra de labios de terciopelo rojo, a veces burdeos, según su humor. Se peina y saca el collar del bolso. Su camisa blanca ligeramente abierta resalta sus atractivas curvas. Añade un poco más de negro a sus ojos. Cierra la puerta con un portazo y sus tacones pisan la acera. Como cada jueves, va al cabaret de la Place de la Concorde. La señora tiene grandes esperanzas, como todas las noches. Le gusta la gente, le encanta la vida. Busca un taburete en la barra y pide un whisky con hielo antes de encender el cigarrillo. En la oscuridad, distingue una silueta delante de ella. Se gira hacia un lado. Es él. Siempre es él. Sus caminos se cruzan a menudo, pero nunca hablan. Ella sonríe, se levanta y se va a bailar. Sola. Los hombres hacen cola para llamar su atención, ella responde cortésmente. La señora es chic, responde. Cerca de las dos de la madrugada, un hombre con aspecto de dandi le llama la atención y la invita a bailar. Ella accede pero sólo por poco tiempo, se inclina y dice que tiene que irse a casa. Le gusta, pero pronto amanece. Se marcha después de susurrarle estas palabras al oído... "Esta noche no".